Derramado del radio sobre el bar
un amargo tango
se entreteje con el humo que flota
entre los jugadores que en trance estan.
Es un amplio salón, con lamparas
que cuelgan del techo disparando su luz
como un grito en el silencio de sombras
y amistosas malas miradas.
Hay un distintivo balance entre los cigarros
que lentamente se queman
colgando de labios en concentración
y en las orillas de las mesas donde se posan
en paciente equilibrio las botellas de cervezas.
Es un lugar donde la ezperiencia y la intuición
contejan a la ciencia y la fisica en mencenaria
de la agilidad.
Donde las bocas gritan victorias, o murmuran
acusaciones personales putiando
su falta de ablilidad.
Aquí cuando se come marrano el dinero
lo gana el bueno y lo pierde el malo,
y los desacuerdos se concluyen
a punta de verbo of por la ley del palo.
Todo depende del movimiento de tres bolas
sobre un pasto rectangular
y la punta entizada del taco del billarista
que las pone a rodar.
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